No hay término que no llegue ni plazo que no se cumpla decía mi abuela, y eso es aplicable a esta hora especial, donde la justicia boliviana verá una realidad, impensada para muchos: jueces electos.
Los magistrados de la Corte Suprema y del Tribunal constitucional, son eso: jueces por decisión de la votación. Como nuestro país fue y sigue siendo un lugar donde medra la envidia, son muchos que se quejan internamente por no ser los electos, renegando de la ceguera de los electores, que no supieron ver sus dotes que para ellos son tan evidentes. Estas quejas los llevan a pronosticar el fracaso de los que vienen. Otros, los que optaron por perjudicar su voto, se dan cuenta que dejaron pasar el tren de la historia y que no hicieron uso de ese derecho básico, el de elegir.
Pero para ambos, envidiosos y engañados, la historia continúa y en breve será el momento inédito en que los jueces electos tomarán las riendas de la conducción del poder judicial en Bolivia.
¿Quién no recuerda las épocas dictatoriales, donde los fallos tenían censores con jinetas, o los muchos dedazos que encumbraron a venales operadores jurídicos a dar la última palabra en materia judicial?.
Paralelamente, el Tribunal constitucional, convertido en guardián del estado de derecho, nos mostró un nacimiento marcado por una gran estrella de calidad y sabiduría, la que fue declinando poco a poco, hasta caer en el sometimiento al interés político. Pero, nuevamente tiene una oportunidad de recuperar logros. Los que se van, han tratado de dejar tras su partida ninguna huella de lo hecho, bueno o malo. De allí que los magistrados y Tribunos que entren encontrarán en muchos casos, que los equipos computacionales han sido puestos en blanco, tal vez para tapar trapacerías, tal vez por un acto de egoísmo, o tal vez por una conciencia histórica de que desde aquí es borrón y cuenta nueva, en esto de la justicia nacional.
Me tocó presenciar días atrás en una de las oficinas del Consejo de la Judicatura, un afán inusitado por la destrucción de documentos. Supongo que se trataría de papeles inútiles, que sólo harían perder el tiempo a los nuevos Consejeros y que los actuales y sus empleados, llevados por ese afán noble de entregar la casa limpia se apresuraban en destruir. No puede cruzar por mi mente la idea que hubiesen émulos de la EXXON, que trataran de ocultar obscuras maniobras, destruyendo la prueba. Si ha cruzado tal idea por su mente, descártela.
Muchos rasgan sus vestiduras diciendo que el poder judicial elegido es un nuevo brazo del gobierno de turno. Después de años de proximidad con el poder judicial, para nadie es misterio que antes, más que ahora, la dependencia política marcaba el tenor y el contenido de las sentencias. En cambio, esta es la primera vez que el voto directo de la población llevará a hombres y mujeres a desempeñar los más altos niveles de la judicatura. No fueron designados por asamblea política alguna. No le deben el cargo a nadie. No pretendemos hacer creer que el gobierno no trató de meter sus manitas en este tema. Fue en ese objetivo que variados delfines recorrieron el país antes de la elección, reuniéndose con gobernadores, comandos conjuntos, vocales de Corte Superior, a los que dijeron «somos los elegidos», exigiendo que grupos políticos, fuerzas armadas, grupos sociales, votasen por quienes tenían puesta la camiseta azul y que eran tan leales como para merecer el visto bueno de las autoridades del poder central.
Pero, en ese pequeña habitación, que puede ser un aula, o un espacio cualquiera, los votantes dispuestos a elegir, eligieron, y los delfines se vieron que pese al mandato y la seriedad de la recomendación, al ser el voto secreto, se les frustraron sus afanes de seguir siendo sirvientes, y quedaron fuera.
Se ha cumplido el plazo y hay una realidad que será historia: un nuevo poder judicial. Es evidente que nadie puede cambiar al ser humano y en breve los nuevos adalides de la justicia boliviana, tendrán su circulo palaciego, tanto para los temas políticos como para los demás que son la mayoría y que le interesan al ciudadano común. El criterio que asuman en esa situación determinará su gloria o su condena. Nunca hubo jueces que no deban a nadie su investidura, y esta es la primera vez que la credencial más válida, es haber sido electos.
No hay quien, que tenga un poco de criterio, que no reconozca que este nuevo poder judicial debe ser una esperanza por un futuro mejor para litigantes, para los que claman justicia, para los que tienen temas pendientes en la aplicación de la ley.
Ya llegará el momento de pedir cuentas y ver si esta esperanza se ha cristalizado en un mejor actuar o de pedir la cabeza de los próximamente posesionados. Ese también es un plazo que no dejará de cumplirse, como decía mi abuela.
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